El 30 de mayo de 1961, a las 10 de la noche, en la autopista que
llevaba a San Cristóbal fue ultimado el generalÃsimo Rafael Leonidas
Trujillo Molina. Con ese magnicidio se le ponÃa punto final a su régimen
de 31 años de dictadura. Ni sus hermanos, los generales de opereta,
Héctor Bienvenido y José Arismendi, alias Negro y Petán, respectivamente
tenÃan la posibilidad de sustituirlo. Tampoco su hijo, Ramfis Trujillo,
considerado el delfÃn de ese reino, tenÃa la vocación y talento para
asumir el mando.Trujillo encabezó una dictadura centrada en su persona.
Ninguno de sus parientes y allegados podÃa ponerse las botas del
generalÃsimo. No tuvo, pues, el régimen sucesión dinástica.
Tras su muerte, el albacea de sus haberes, el licenciado Tirso
Rivera, hizo un fabuloso inventario de la cuantÃa todos sus bienes,
concentrados esencialmente en el paÃs. Treinta y seis grandes empresas,
11 ingenios de azúcar, 10 hoteles de lujo en cada en las grandes
provincias. Palacios del Partido en las principales provincias y la
Hacienda Fundación, con cientos de cabezas de ganado de la mejor
estirpe, y 142.000 hectáreas de tierra. A todo ese emporio de riquezas,
hay que añadir las fincas, comercios y empresas de sus hijos, esposas,
familiares y testaferros. El fin de reino fue aparatoso. Las fábricas y
las empresas y comercios pasaron a formar parte de la Corporación de
Empresas del Estado (CORDE). La Hacienda Fundación fue saqueada, al
igual que las casas y palacios. Muchas de las propiedades fueron
secuestradas por testaferros, que, al producirse el cambio de mando,
cambiaron bruscamentede chaqueta y se presentaban como parte de las
hordas vengativas de la Unión CÃvica. Eso le permitió quedarse con
periódicos, fábricas, comercios y casas. El Partido Dominicano, cabeza
polÃtica del régimen,fue desmantelado. Sus bienes fueron repartidos; sus
registros fueron destruidos. El Servicio de Inteligencia Militar (SIM)
fue desguazado y las redes de espionaje demolidas. Todo desapareció.
Estatuas, sÃmbolos y emblemas.Todo quedó convertido en agua de borrajas.
1.De esas ruinas, nació sistema de partidos, la competenciaabierta y democrática por el poder polÃtico.
2. Dejamos de ser una sociedad de pensamiento dirigido, con la aparición de una prensa diversa y multitud de intereses.
3. Dejamos de ser un paÃs cárcel, y los dominicanos comenzaron a
desplazarse libremente por el mundoy a expresar sus opiniones y sus
variopintas preferencias polÃticas. En una democracia se alcanza el
poder, no por el cuartelazo, sino venciendo en la mente de cada elector.
Y eso es, desde luego, con sus bemoles y dificultades, lo que hemos
vivido en el último medio siglo que nos separa de la muerte de Trujillo.
El argumento del necio
Todos esos cambios bruscos producidos en menos de un año, debieron
indicarnos queTrujillo y el trujillismo murieron definitivamente ese 30
mayo. Que sus herederos quedaron exiliados y olvidados, sin posibilidad
de reinventar el régimen. ¿De dónde, pues, ha surgido la idea de que
Trujillo constituye hoy una amenaza? ¿Quién, con qué fines, ha disparado
todas las alarmas sociales, todos los clarines de que estamos a punto
de volver a ese pasado?
Un grupo de ciudadanos se ha dedicado a cultivar la ficción de que el
pasado no ha muerto. Que pervive en el presente. Es una forma de
desconocer el pasado y de falsificar el presente. Enloquecidos con sus
propias invenciones, surge la estrambótica teorÃa de la aparición del
neo trujillismo. Que conste, oh Dios, que aquellos que actúan de ese
modo no quieren reivindicar a las vÃctimas ni rendirles homenaje a los
mártires y héroes que murieron combatiendo ese régimen oprobioso.
Todo lo contrario.
Desean ocupar el lugar de los héroes y el honor de los combatientes.
Es, pues, una operación de puro oportunismo. Volver a repetir la
historia, desde luego, no ya como tragedia, sino como comedia. Algunos
en sus delirios proclaman que se está gestando una dictadura, y sobre
sus extravagancias verbales se construyen las más enmarañadas leyendas
y, desde luego, las extraordinarias proezas de estos guerrilleros de
cafeterÃas y campeones del bla, bla, bla.
Pero el centro de su ataque, la bestia parda, la madre de las
mentiras consiste en tildar de trujillista, fascista y otros denuestos a
todo aquel que defienda los intereses nacionales con relación a la
desproporcionada inmigración haitiana que ha penetrado en el paÃs.
¿Cuáles son los objetivos de esta descalificación?
•Primero apandillar a todas las fundaciones que defiendan la memoria
contra dictadura, y ponerlos al servicio de un objetivo antinacional: la
promoción de la haitianización del paÃs.
•Segundo,cerrar el debate con el chantaje y con la invocación al
miedo para que la gente no reflexione, no piense, en lo que está
ocurriendo con su paÃs. Un miedo que paraliza y nos hace olvidar
nuestros intereses.
•Tercero, triturar moralmente a todo aquel que no piense como ellos.
Manipular todo el odio que suscita la dictadura, y dirigirlo contra todo
el que tenga una visión del mundo que coincida con el nacionalismo.
En definitiva, detrás de toda esa campaña exagerada que quiere
convencer a la población de que estamos al borde de ver entrar en escena
a Trujillo con un séquito de matarifes, y que corremos un gravÃsimo
riesgo de naufragar en una dictadura, de resultas de la defensa del
territorio de la penetración haitiana, lo que se echa de ver es un
pensamiento monosilábico, que funciona por eslóganes y consignas vacÃas
de contenido. Un pensamiento sin argumento que se apropia del heroÃsmo
del pasado, para darle blasones de nobleza, a su causa innoble.
Ahora vamos a desollarle el rabo a todo este engaño.
¿En qué se fundamenta la acusación de trujillista a las reacciones
nacionalistas que están ocurriendo aquà y ahora en muchas provincias?.
Se parte del principio de que si se coincide en algún punto con alguna
declaración que haya hecho Trujillo, se deduce que puede atribuÃrsele
todos los horrores de esa dictadura a la persona. De manera que si
Trujillo creÃa que dos más dos son cuatro, que la Tierra era redonda el
que sustente lo mismo puede ser imputado de trujillista y sometido al
exterminio moral. Al parecer, Trujillo no era partidario de la fusión de
los dominicanos y los haitianos.Y esta visión es parte esencialÃsima
del ideario de Juan Pablo Duarte, que no dejará de serlo nunca, aunque
lo asuma Trujillo o Al Capone. En todos sus discursos, Trujillo
pronunció muchas verdades
¿Dejarán esas verdades de serlo porque las haya dicho Trujillo?. Soy
de los que cree que se puede defender al paÃs de todas las amenazas que
hemos citado sin mostrarse partidario de Trujillo ni de ningún polÃtico,
sencillamente siguiendo a pie juntillas los principios que Duarte
colocó en su ideario.
Para aquellos deseosos de destruir todo lo que se haya creado durante
ese perÃodo histórico, de exterminar hasta el último vestigio de
Trujillo, podrÃan comenzar suprimiendo la creación de la cédula de
identidad (1931), suprimiendo la ley de dominicanización del trabajo
(1933), aboliendo el voto femenino aprobado en 1942, la creación del
Banco AgrÃcola (1945), la creación del Banco de Reservas, el Banco
Central y del peso dominicano de 1947, la creación del impuesto sobre la
renta y la organización financiera del Estado en 1949, la
dominicanización fronteriza y la creación de las provincias (1942), la
promulgación de la Ley orgánica de Educación (1951) y la Ley de
alfabetización obligatoria para los adultos (1952). Defender esas
conquistas y esas instituciones no nos convierten en partidarios del
trujillismo. No hay que temerle a las ideas. Ese perÃodo histórico
merece ser examinado por las nuevas generaciones de dominicanos, con
respeto por las vÃctimas ypor todos aquellos que lucharon por
restablecer la soberanÃa del pueblo dominicano y sus libertades. Pero
cuidándose de aquellos que manipulan esa historia para ponerla al
servicio de su interesado juego antinacional.
En los últimos años, hemos tropezado con estos monstruos y
espantapájaros fabricados por la imaginación de personas que promueven
la disolución del paÃs. A falta de argumentos que demuestren que la
importación de los problemas haitianos hacia nuestro paÃs resulte
positiva, centran sus ataques empleando el argumento ad hominen
(dirigido contra la persona). De ahà nace la imputación de trujillista,
para desacreditar a la persona y para apandillar a todos los indignados
con el recuerdo de esa dictadura. Estamos combatiendo contra unos
adversarios incapaces de explicar con claridad cuáles son sus
propósitos, y qué tipo de rumbo le proponen al paÃs. Estamos librando
una batalla continua en el campo del pensamiento, deshaciendo entuertos,
intriguillas, insultos, pensamientos monosilábicos, ideas a medio
pensar. Pienso en MartÃ, que al salir de Montecristi le escribe a
Benjamin Guerra y Gonzalo de Quesada, un mes antes de caer en Dos RÃoslo
siguiente:
“De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento”.




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