La familia Campos abrió sus puertas al documentalista Tomás Lipgot para permitirle obtener una muestra de la comunidad gitana en la Argentina. Presentada en la 17 edición del Buenos Aires Festival del Cine Independiente (BAFICI), "Vergüenza y respeto" explora esta cultura desde la observación, haciendo foco en el desafío que puede representar el cumplimiento de las normas de una cultura milenaria en los tiempos que corren.
Miembros de una legión antigua proveniente de España (corresponden al grupo Calo), esta familia que habita en el conurbano bonaerense sigue al pie de la letra los códigos familiares, enérgicamente sostenida por la generación más antigua (el abuelo), y replicada por el padre hacia los más pequeños. La vergüenza y el respeto del título aluden a la manera de entender el mundo que tienen los gitanos. Se habla de vergüenza y respeto del hombre hacia la mujer, del gitano por el resto de la sociedad, y de su intención de diferenciarse de "los otros", a quienes llaman "payos". Para construir una identidad fuerte es necesario encontrar otro de quien diversificarse. Para los gitanos los payos son todas aquellas personas que no pertenecen a su "raza" como ellos mismos se definen.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El documental ofrece un retrato de los Campos, una familia gitana residente en la Provincia de Buenos Aires. En la Argentina, explica uno de los personajes, hay tres o cuatro grupos. Todos pertenecen a una misma “raza”, como ellos mismos le dicen, dentro de la cual existen sutiles diferencias. Los Campos pertenecen al grupo Calo, de origen español.
Distintas escenas muestran cómo, desde muy temprana edad, a los hijos les inculcan las tradiciones del pueblo, que deben mantenerse vigentes: ser gitano es algo de lo que uno debe estar orgulloso y es un deber transmitirlo a sus descendientes.
A lo largo del relato, distintos miembros insisten en destacar el lugar importante de la mujer en el seno familiar, a quien el hombre debe “vergüenza y respeto”. Hay una regla que las hijas deben cumplir: llegar vírgenes al matrimonio. Además, tienen prohibido salir sin su madre. Según cuenta el padre, su hija no tiene amigos ni amigas y fue retirada del colegio en tercer grado, una vez que aprendió a leer y escribir.
Se revela también, con respecto a los hijos varones, que pueden relacionarse ocasionalmente con “payas” (como llaman a todo aquel que no es gitano), pero si ese vínculo se torna algo serio, debe ser interrumpido.
Pero el respeto por algunas normas es, a menudo, motivo de discusión entre distintos miembros de la familia, y ese es el conflicto del cual se ocupa el documental: la constante puja que existe entre el pasado y el presente (y futuro) de esta cultura, representada por “conservadores” y “progresistas”. Los primeros no están dispuestos a ceder y están convencidos, decepcionados por los tiempos que corren, de que antes ser gitano “era otra cosa”. Mientras que los otros, pretendiendo ser más realistas, creen necesario que algunas reglas sean adaptadas a la actualidad.
En ese sentido, la distancia que existe entre jóvenes y adultos es una de las claves de “Vergüenza y respeto”. Vemos adolescentes que se prueban ropas modernas, niños que son absorbidos por computadoras y teléfonos celulares... Son ellos los responsables de garantizar la continuidad de esta cultura y tal vez sea un desafío.
Uno de los protagonistas asegura que su abuelo dejó a su padre “un sello imborrable” que se transmitirá de generación en generación, pero ¿cuál es realmente el futuro del pueblo gitano y cuánto tendrá que ver con sus orígenes?
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