Guillermo "Bill" Gaede es un argentino que, durante la Guerra Fría, trabajó en Estados Unidos para Advanced Micro Devices (AMD), y siendo empleado, se dedicó a entregar información técnica a Cuba para ser utilizada por la Unión Soviética. Pero tras varios sucesos, esta relación se debilitó y Gaede terminó siendo un "topo" del FBI. En el marco del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), se estrenó el documental "El Crazy Che", de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, que lleva al cine por primera vez esta increíble historia.
'Crazy Che' sólo quería ser músico pero terminó en una prisión de USA por espía. Luego se retiró y vive en Alemania.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Nacido en 1952 en Lanús, Guillermo Gaede admiró desde su juventud a Ernesto “Che” Guevara. Tenía apenas 21 años y, con el afán de ayudar a Cuba, se dispuso a viajar a la Isla, pero el país rechazó su visa.
Diez años más tarde, el ingeniero se encontraba en Estados Unidos junto a su familia trabajando en Silicon Valley: era la época de mayor crecimiento de la industria informática. Fue durante su paso por Advanced Micro Devices (AMD) que decidió retomar su cuenta pendiente con el gobierno de Fidel Castro: tuvo la idea de entregar a Cuba información tecnológica sobre cómo construir circuitos integrados.
Pero no era Cuba el destino final de la información. De hecho, ellos no la necesitaban. Era en el bloque Soviético, que en materia de tecnología llevaba unos 10 años de atraso con respecto a Estados Unidos, donde estos secretos serían utilizados.
Ya en la década del ‘90, Gaede viaja con su mujer a la isla, pero ya no era tan joven y, tras una reunión fallida con Castro, quedó desencantado con el comunismo. “Nos dimos cuenta de que era una gran mentira”, cuenta.
De esta manera, “Bill” fue captado por el FBI para realizar operaciones de contra-espionaje, a partir de los contactos de inteligencia que mantenía en Cuba. La Oficina Federal de Investigación logró colocarlo en una planta de Intel en Arizona.
Resulta difícil de creer, pero Intel tardó en advertir los antecedentes del argentino. En 1994, una vez al tanto de los antecedentes de su empleado, la compañía decidió despedirlo, pero ya era tarde: Gaede había registrado con su cámara personal la base de datos de Pentium, el procesador más rápido en ese entonces.
El protagonista escapó a Sudamérica con la información, valuada en más de 10 millones de dólares, y asegura que la vendió a China e Irán.
Mientras intentaba enterrar en Ezeiza una enorme cantidad de información, en forma de papeles, cintas de video y de audio, Gaede fue detenido e investigado. En 1995 vuelve a los Estados Unidos, donde es sentenciado a pasar 33 meses en prisión; allí recibió el apodo de “Crazy Che”.
Eligió irse a Alemania, donde vive actualmente lejos del mundo del espionaje, aunque según sus allegados, si tuviera la oportunidad, optaría por volver a aquella vida surrealista. Durante el documental, sus amigos y familiares insisten en que para él espiar siempre fue un juego.
“El Crazy Che” lleva por primera vez al cine esta increíble historia, aún desconocida por muchos. Este nivel de desconocimiento, sumado a lo poco creíble que resulta como relato a primera vista, genera dudas en el espectador, que probablemente se verá en la obligación de verificar su veracidad luego de ver la película.
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