Distanciados y aislados vamos encontrando otra forma de normalidad.
La vida sigue: en los hospitales donde se apilan los cadáveres también se han registrado nacimientos. Entre las baldosas de las aceras ahora vacías empiezan a brotar dientes de león. Detrás de las mascarillas hay quienes, agotados, sonríen al escuchar su canción favorita. Frente a una pantalla lanzamos besos a los bebés que no podemos abrazar y derramamos lágrimas que ya no podemos contener. Y, si por algún motivo salimos, chocamos el codo con un desconocido como si fuera el gesto más normal del universo.
“Somos increíblemente capaces de adaptarnos a cualquier situación”, dijo Velibor Bozovic, un sobreviviente del sitio de Sarajevo. “No importa cuán mala sea la situación, te adaptas. Vives lo mejor que puedes”. Y esa adaptación, que involucra tener miedo y aprender a derrotarlo, implica replantearnos en qué creemos, escribe esta semana Martín Caparrós. Y de ahí, aprender a definir qué es lo que consideramos normal. |
| Una iglesia en Nueva York, ahora cerrada, acopia comida y donaciones.Misha Friedman para The New York Times |
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La pandemia en los meses siguientes |
...y aquí algo para tu fin de semana |
| Un buzo cerca de Pink Beach frente a la costa de la isla caribeña BonaireErik Freeland para The New York Times |
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